Vende con derechos a la naturaleza
y la extinción se disfraza de “revolución ciudadana”,
por la izquierda quiere salvar los pulmones aún transparentes
a la espera de aires de mansa pureza abnegada,
por la derecha vende menos oxígeno a mitad de precio,
concesión de oro para el que más tiene,
concesión de agua para el que la desperdicia,
salario mínimo para el que ya no puede
comprar la saciedad de su sangre,
inmunidad al “todopoderoso” que con casaca verde,
sin resucitar,
ahora camina entre nosotros.
Sentencia de muerte a la montaña,
se acuesta despacio y se hunde,
la hunden, la acuestan violentamente,
-el collar inservible de un cuello importa más que el campo-,
eso dice disfrazando al “collar” de “hambre”
a lo “inservible” de “saciada”
al “cuello” de “estómago”
y al “campo” de “collar inservible de un cuello”
sentencia de muerte a la montaña,
montaña de piel salvaje,
de árboles rugiendo paz debajo de la hoja única,
montaña de alucinante música
si olvidamos los pies y bailamos siendo tu altura el sol
cayendo lentamente al reposo de una helada noche sin teja,
no quiero estar dentro de tu raíz
y ver luces en las aguas que no provienen de almas estelares,
no quiero ser un mineral que ahora viste al placer
y rocía de brillo al aroma de la codicia,
no quiero obedecer al mentiroso que sonríe
al juntar los apenas polvos de los dientes de la gente que muere,
minúsculos polvos de blanco,
¿cuántos muertos necesitas para armar tan solo un diente?.
En cada pueblito muerto
por el sonido rugiente de los estómagos cóncavos
faltos de tierra para sembrar,
tapar el hogar de un pequeño ser sin leche,
calle ostentosa de senos fríos y brazos profundidades,
tapar ese hogar o esa calle para defender un próximo árbol,
un próximo alimento,
una próxima bocanada,
una próxima lluvia sincera,
se castiga con hacernos ver ante el propio pueblo
como bombas por estallar en cada comedor
sin platos, ni cucharas, ni comida.
No falta la banderita verde que no se alimenta con el sol
sino con el hambre nefasta de los que aún aplauden,
ondeando por la codicia y la falsa promesa
no faltan las 35 iglesias en donde afuera
los techos no cobijan a la familia ya sin pan para repartir,
ni agua para reflejar el dulce viento del arado
que rodea a las manos de rojo resbaladizo
y a los nietos de un mañana todavía respirable,
cuerpo y pan o sangre y vino,
¿acaso serán iguales?
¿acaso se come un cuerpo o se sacia la sed con sangre?
aberrante violación
del que dice tener las llaves de la puerta del cielo.
El nuevo verde que no sale de la tierra,
la cruz de occidente que no es la del sur,
la “revolución ciudadana” que no tiene pueblo,
sencilla esclavitud que firmamos al no mover la cabeza,
al aceptar como cara un antifaz,
como educación la negación,
como trabajo al azote,
como revolución al rebaño.
Pueblo de hambre,
de coraje aún punzante calmado por las rejas,
solo movamos la cabeza,
quitémosle el agua a los metales sin sed,
robemos el aire de las máquinas que no respiran,
solo asumamos que la justicia
está dentro del que sangra por llevar justicia al propio pueblo.
La lucha está en la sangre y en las venas,
que tu corazón palpite...
Vicente Raevla
En las luchas de defensa del páramo en Victoria del Portete, ante la concesión a la transnacional minera Iamgold.
¿Qué Pacha-Mama al Sur?
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